miércoles, 5 de agosto de 2015

Tirando de recovery

 
 
Pues, señorita Medusa, mi padre decía que a los 15 uno ya debe poner en práctica la táctica de tocar pelo y a mi hermana, a la misma edad, le decía que se enamorara.
El caso es que de amor se puede morir uno a cualquier edad. Si no, que se lo digan a Di Stefano.
El problema de llegar a los 40 y enamorarse es que uno se comporta peor que un adolescente hormonalmente revolucionado y se cree un chaval. A ello ha contribuido de manera significativa el uso del smartphone y su carrete infinito de fotos. Te haces la foto de perfil de tus redes sociales tantas veces como haga falta hasta que desaparece la arruga o la curva de la felicidad. Si no, tiras de App de retoque y te pones como un pincel. Eso sí, chicas y chicos de 40, el que sale feo en el perfil del caralibro es feo de cojones...
El caso es que cuelgas tu foto y esperas a que lleguen los "Me gusta" en un intento de autobombo. Algunos dan click sin haber mirado la foto, otros por cumplir, los que menos porque les gustas de verdad y unos pocos porque sólo hay una opción. Para este último caso quizá habría que decirle al Marc este de apellido impronunciable que habilite las opciones "Me gusta mucho" y "No me gusta".
Y cuando crees que eres un tipo popular y con tirón a pesar de tu edad con tus 20 "Me gusta" al cambiar la foto de perfil, llega tu chica y te gana por goleada con sus 100 "Me gusta".
Para más inri, ojeas una de esas revistas del cuore y ves a los chiquines de Hollywood que se ríen de tus 41 años a sus casi 50 y te dan mil vueltas. Tú, que crees que Johnny Depp, Daniel Craig y demás andan por los treinta y tantos.
Eso sí, tu vigorosidad sexual sigue intacta... siempre que tires de recovery. A los 20 eres capaz de hacer saltar los muelles del amortiguador de tu coche. A los 40 quizá, pero con más calma y cogiendo aire. Para los no doctos en la materia, el recovery es un compuesto recuperador que se disuelve en agua y que se usa para esfuerzos físicos prolongados. Sí, lo confieso, lo he tomado después de un entrenamiento de sábado y de sospechar que la noche podía ser larga.
Como bien dices, Medusa, nos volvemos más tolerantes, imaginativos, permisivos e inquietos en la cama, perdemos la vergüenza y sabemos lo que queremos y lo que no, pero nos resistimos a admitir aquello de que a veces menos es más.
¿Crisis? Yo prefiero hablar de mitad del cuento. Las mitades de todo suelen servir para haber balance de lo bueno y de lo malo y para echar la vista atrás y, en este caso, para darse cuenta de que nos hemos leído estos 40 primeros capítulos como el rosco de Pasapalabra. Te propones no dar un paso atrás ni para tomar impulso y exprimir cada nuevo capítulo que nos brinda la novela de la vida que escribimos línea a línea sin tener a veces muy claro el guión, pero teniendo siempre presente el final.

Por aquí andará de vez en cuando con una Medusa este Vikingo cuarentón que cuando se cabrea saca el hacha y se pone a hacer el helicóptero; así que cuidaico conmigo.

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