sábado, 29 de agosto de 2015

UNA MANGA EN CADA HOMBRO

 
Respuesta típica de madre a la pregunta "¿Qué me pongo?" que ya forma parte del acervo cultural de este país y que se transmite de generación en generación porque sí, yo a mis 41, alguna vez se lo he respondido ya a mi primogénito.
Los que no contentos con la manga decidieron incorporar además alerones a sus hombros fueron los Locomía. Sí, seguro que al ver la foto y leer esto te has acordado inmediatamente de alguna de las veces que has cogido un abanico y te has puesto a hacer el chorra imitándoles. Admitámoslo, todos tenemos un pasado y alguno además tiene un vinilo de Locomía en casa... Está bien, confieso que yo me compré una beisbolera de los Athelics de Oakland con hombreras, pero no fui el único porque mi amigo Pepe se compró el mismo modelo de los Twins de Minessotta.
Es difícil vestir a los 40 en verano. Yo, personalmente, no sé lo que está de moda o lo que no y, para parecer moderno, digo que tengo un estilo ecléctico en el que todas mis camisetas pegan con todos mis pantalones cortos. Del calzado ya casi mejor ni hablo; pues mis chillonas zapatillas de running combinan con todo. Eso sí, me he enterado hace poco, para mi desgracia, de que las chanclas ya no son trending topic.
Para ir a la oficina recurrimos (los chicos) en ocasiones al look mormón: camisa de manga corta, pantalón de vestir (como decían las madres; como si los demás no vistieran) y zapatos. Me falta la chapa con "Elder´Vikingo" para parecer del mismísimo Utah. Los viernes, eso sí, mola el casual friday porque te dejan llevar zapatillas deportivas y quedas mucho mejor cuando te vas al wok o al mejicano a comer con los compañeros para pringarte las manos.
En el parque están los del look Quechua: cuarentones con tarjeta de Decathlon que pareciera que se van a explorar el amazonas. Gorra, camiseta transpirable, pantalón multibolsillo, zapatilla trekking y gafas aerodinámicas. Sus parejas mirando de reojo porque, no es que se hayan puesto sus mejores galas, pero al menos van más decente que ellos. Claro, el problema viene de casa, cuando él pregunta "¿qué te vas a poner?" y ella responde "algo cómodo". Tú vas y se lo tomas al pie de la letra...
El look que lo está petando entre los/las que tienen taitantos es el look runner. Ya no sabes si van o si vienen. Yo les/las miro a las piernas para ver cómo andan de cuádriceps y de gemelos y así hacerme una idea de si corren de verdad o están tirando de postureo. Claro que de poco te puede servir eso cuando vas con la lengua fuera en una carrera y te pasa el típico fondón (ahora fofisano) arrancándote las pegatinas.
Y para salir de noche... ¡Acabáramos! Con esto de tener niños y multiplicar gastos vas a lo práctico y casi siempre terminas comprando ropa para ellos. Para ti, como mucho algo informal para ir a trabajar o para entrenar. Entonces se plantea salir de copas (perdón, de gintonics) y te pones TU camisa de salir con TU pantalón de salir y los zapatos de TU boda. "Pa habernos matao" piensas al mirarte al espejo. "Bueno, en rebajas me pillo algo", pero sabes que no lo vas a hacer. Y claro, tu pareja como un pincel porque ellas sí son de ir más elegantes aunque sea a la oficina.
Al final, pensamos que nadie se dará cuenta de que llevamos la armadura de nuestro abuelo, como le pasaba a Don Quijote, y crees que pasarás desapercibido con tu camisa de los 90. ¡Ingenuo!
 
Pues eso, que nos vamos quedando descatalogados a los 40 y no nos damos cuenta. Y tú, ¿qué te pones?
 
Vikingo

martes, 25 de agosto de 2015

LA TONTA DE LA COMPRA

 
Sí, has leído bien, he dicho tonta porque hace ya tiempo que dejó de ser lista.
Hacer la compra a los 40 es un sinvivir. A los 20 la sigue haciendo mamá en la mayoría de los casos, a los 30 cualquier cosa te sirve y a los 40 te vuelves un especialista del Tetris. Tetris para colocar los artículos en el carro (eso si eres capaz de meterlo todo en uno solo), Tetris para meterlo todo en las bolsas compradas del súper porque sí, hoy también se te ha olvidado cogerlas de casa. Tetris para meter esas bolsas en el maletero. Tetris para volver a sacarlo todo y meterlo en el carro del Lidl robado por algún vecino de la comunidad (nadie admite robar el carro, pero en todas las comunidades de vecinos hay uno).
Otro tipo bien diferente de Tetris es el que realizamos para llegar a fin de mes sin que en la tonta de la compra falte lo básico. Además, si tienes niños, la cosa ya se convierte en doble tirabuzón con carpado hacia atrás. De todo lo que compres, tienes que comprar su versión infantil: toallitas para el culito, yogur de Hello Kitty, galletas de Dora Exploradora, salchichas de leche, leche con calcio Omega 3 para el crecimiento, delicias de merluza con forma de pez...y gracias a Dios que hace años retiraron la mortadela con la cara de Mickey Mouse.
Y para ti, a los 40 que has decidido cuidarte más, el bombardeo de cosas SIN es constante y te hace caer una y otra vez en dudas cartesianas. Leche sin nata o directamente NO leche de soja, bebidas sin alcohol (el vino sin alcohol es mosto), refrescos sin calorías, desodorante sin alcohol, postres sin azúcar, agua mineral sin minerales, carne sin carne (esto es el tofu) y así un largo etcétera
Con todo esto resulta casi imposible hacer una tonta de la compra y normalmente acabamos improvisando por los pasillos. Pero los problemas no acaban ahí. El principal problema llega a la hora de pagar. Admítelo: tu cartera/monedero está lleno de tarjetas del club de chorrecientos establecimientos varios (Ikea, Alcampo, El Corte Inglés, Zara, Imaginarium, Decathlon, Repsol, Travel Club,...).
Te toca pagar y la cajera de peinado imposible y maquillada como una puerta esperando cariacontecida a que encuentres la tarjeta buena, la de pagar, la que hace pupa a tu cuenta corriente. Y cuando parece que todo ha terminado, la impresora de la caja empieza a escupir promociones y descuentos acumulables. He llegado a acumular en mi mano hasta ocho tickets en una sola compra. Apartas el carro para leerlos y todos te parecen súper interesantes, pero la realidad es que la mayoría de ellos acaban en el fondo de algún hueco de tu cartera y no es hasta cuando haces limpieza en la misma, como el que hace limpieza de amigos de Facebook, cuando te das cuenta de que nunca los usas.
Eso por no contar la aventura en la que se ha convertido repostar en una gasolinera, pero no me voy a detener en eso, que no quiero deprimir a nadie.
Total, que hemos pasado de un trozo de papel gris donde el tendero te apuntaba el total de la compra para que tu madre viera que no le sisabas las vueltas, a un sinvivir de tarjetas, papelotes y folletos que creemos que nos hacen la vida más fácil.
Es lo que tiene la aventura de vivir a los 40 y no morir en el intento.
 
Vikingo

jueves, 20 de agosto de 2015

DE SANDOKANES Y PETERPANES

 
Sí, lo confieso, el otro día probé uno. Sí probé un gin tonic...más por deferencia a quien se ofreció voluntario a prepararlo que por ganas de probarlo.
Lo primero que deduje es que en 2015 nunca te puedes pedir uno si quieres calmar la sed. Para eso nada mejor que la ingesta de dos átomos de hidrógeno por uno de oxígeno aliñados con vete tú a saber qué les echan en la destilería (también conocida como depuradora). Y es que para preparar un gin tonic hay que tener mucho tiempo y estudios superiores. Debes conocer la temperatura ideal de los ingredientes, la cantidad exacta de especias que hay que añadir, el grosor de la rodaja de limón, pepino o cualquier otro vegetal, la altura a la que rompe la burbuja de la tónica,... Obviamente, convirtieron la encimera de la cocina en un laboratorio donde las copas hacían de probetas.
A los 40 dicen que uno debe probar de todo para no quedar como conservador o clásico, pero en lo sucesivo seguiré prefiriendo el combinado de Vega Sicilia con Fever Free Cola, una rodaja de cítrico y un toque de Vermouth servido en vaso ancho de litro (preferentemente de plástico).
Es curioso que a los 20 uno se puede sentar en un césped húmedo y mojarse el culo mientras comparte babas de una litrona o un mini de cubata con ingredientes comprados en cualquier "chino" de marcas de dudosa procedencia, pero van pasando los años y cambias cantidad por calidad. Lo haces convencido de que a los 40 tienes más categoría y una reputación que defender, pero la realidad es que lo haces porque te tomas un mini de ron/cola a los 40 y te crees Sandokán.
Ahora con un poco de vino acompañando una comida deconstruída (antes la deconstrucción era pegarle el bocado al bocata de jamón y llevarte toda la loncha) y un gin tonic te vuelves una mezcla entre Sandokán y Peter Pan. Podía haber elegido también Orzowei, pero es que esa melenita rizada siempre me resultó muy inquietante. El caso es que te vienes arriba, empiezas a programar salidas a la montaña, quedadas para ir a La Latina y a la luna si hiciera falta para tapear hasta reventar, organizas partidos de fútbol y siempre acaban las conversaciones con la misma frase: "Pero tenemos que hacerlo, que siempre se habla pero nunca se hace". Termina el ágape y de vuelta a casa te acuerdas del partido del niño de los domingos, de la comida con la suegra, de que hay que salir tarde esta semana del trabajo por ser final de mes, de la aspiradora,...y Sandokán y Peter Pan se despiden de ti hasta la siguiente barbacoa.
Seamos sinceros, cuando veíamos a nuestros progenitores con los amigos o tíos en casa con la botella de Anís del Mono o Licor 43 después de la cena, empezaban a pinchar vinilos de Mirinda y a contar historias de la mili para tu vergüenza, papá y mamá estaban en los 40. El que más y el que menos ha tenido los hijos algo más tarde, pero miedo me da imaginar qué pensarán mis vástagos de su padre cuando me vean con un combinado en la mano contando historias de mis carreras (no he hecho la mili, ¿qué pasa?). Me habré convertido en esa palabra que ninguno queremos escuchar a los 40: viejoven.
Eso el que tiene pareja y/o descendencia, que el que está soltero (y esperemos que no entero a esa edad) sueña con el desarrollo de una aplicación tipo Shazam, que reconozca a la muchacha del pub con sólo acercar tu Smartphone y te dé acceso a sus redes sociales para que puedas chatear con ella a medio metro de distancia habiendo hecho los deberes de "¿estudias o trabajas?" antes de romper el hielo. Y es que el tiempo es oro hoy en día y a los 40, con el comienzo de la cuesta abajo (como dice Medusa), más aún.
 
Ya sabéis, cuidado con los gin tonics, que los carga el cilantro...
 
Vikingo

martes, 18 de agosto de 2015

APRENDER A RESUCITAR

Esta foto no es mía, ¿qué tarado hace una foto conduciendo?

Alguien a quien quiero dice que a los 40, con suerte,  te quedan otros 40 de calidad antes de mascar tierra. Lírico hasta lo ensortijado, ciertamente, pero resulta que es verdad. La vida es esto que nos pasa todo el rato mientras pensamos cómo nos irá la vida y corre como una rata asustada y convencida de que morder es una forma de escapar.
A veces tenemos tanta prisa por todo que queremos llegar los primeros a nuestro funeral. Con diez queremos tener doce, con quince dieciocho y con cuarenta… con cuarenta queremos tener diez y nos damos cuenta de que se nos ha ido el tren de forma irreversible. Es por eso que es en esta década cuando tenemos más tendencia a  rompernos y aprender a resucitar, porque el perfil de la tirada cambia: era todo subida y ahora, en la cumbre, miramos y hay un pendiente pronunciada hacia… uf, ya sabes hacia dónde. No tengas miedo, el miedo mata más que la propia muerte.
Es por eso que estamos en la obligación de parar, tomar aliento y mirar todo el tramo que hemos subido de cuesta y valorarlo, porque no valorar lo que hemos alcanzado es negarnos la posibilidad de acometer otra cumbre o sencillamente quedarnos quietos admirando el paisaje.
El miedo a perder lo que tenemos, aunque nos haga infelices, es otro cepo en el camino. El miedo a soltar la cuerda sin saber si habrá otra, el de tirarnos a la piscina por si nos ahogamos a pesar del fuego que lo devora todo a nuestro alrededor. El miedo paraliza y al que se para se lo come la Nada (¿qué clase de niños de los 70 sois si no recordáis la Nada y Atreyu?).

Si parpadeas te lo pierdes. Si alguien te dice “mira el cielo”, hazlo, a no ser que estés en pleno adelantamiento en una zona de curvas o en plena cirugía torácica . Si es así,  espera un minuto, pero si no, hazlo, porque seguramente ese cielo que te señalan no vuelva a repetirse NUNCA JAMÁS.

Que redundante lo de NUNCA JAMÁS, con el jamás de apellido, como si el nunca no fuese suficientemente contundente. Pues eso: querido compañero de generación, no te andes con el bolo colgando que hoy es el futuro. Si, te confirmo que has llegado. Es esto. Un pisito pequeño con vistas a donde tú quieras y que se limpia en un boleo. Pasa y siéntate. Y si no te gusta, pues estás a tiempo de cambiar los muebles o abrir otra ventana que dé a otra calle, pero hazlo: CAMBIA LO QUE TE HACE INFELIZ O DEJA DE QUEJARTE porque la queja te hará perder trece otoños en el tiempo  en que deberías haber disfrutado una primavera con destino a ISLANDIA.

Esta mañana he visto un amanecer al volante de mi viejo tanque invencible, cabalgando los Montes de Toledo y he pensado ME CAGO EN ROS, COSA MAS BÓNITA Y SOLO PARA MIS OJOS y le he dado gracias a, no sé, a quien las quiera recoger.

Ha costado un huevo llegar hasta aquí… o no. Nos han roto la crisma, las piernas, el corazón, los sueños, los esquemas, los huevos, los platos, el himen…. Pero, ¿y lo que nos hemos reído?. Vive cada día como si fuese el último porque algún día lo será.

Y MIENTRAS TANTO YA SABEIS…

QUE NO SE OS OLVIDE RESPIRARRRRRRRR

miércoles, 12 de agosto de 2015

CELOS


Querida Medusa:

Los cuernos son como el ombligo: todos tenemos uno y muy pocos nos lo miramos.
Creo que se te olvidó comentar en tu entrada un supuesto de cuernos muy ligado a los celos: los cuernos imaginarios. Mal está que te pongan los cuernos, pero casi peor que te los pongas tú.

A lo largo de estos 41 años de vida me han adjudicado algún romance, affaire o revolcón con alguna muchachita sin más fundamento que una conversación a la puerta del colegio. Visto desde la perspectiva del tiempo, uno casi hubiera preferido que se hubiera tratado de revolcones reales porque alguna chica la verdad que lo merecía y la bronca te la ganas como si hubiera pasado. Como se dice vulgarmente: si critican, que sea con razón.
 
Y es que, no nos engañemos, celosos somos todos. Lo complicado está en establecer dónde está el límite entre lo razonable y tolerable y lo que no.
 
Si te muestras celoso, malo y si no, también. Si fantaseas con la Jolie, se te ríen en la cara, pero si lo haces con la vecina del segundo el cuento ya cambia. La clave, a mi entender, está en la imaginación. A estas alturas del cuento quizá lo más sensato sea quitarse los pelos de la lengua y confesarle a tu pareja, amante o follamig@ algunas de tus fantasías ocultas. Todas no, porque siempre hay que reservarse un as en la manga... Hablar abiertamente, por ejemplo, de lo que harías si estuviera en la cama también la vecina del segundo o el camarero de la terraza de la esquina. Quien más, quien menos, ha fantaseado con ello alguna vez para llegar más y mejor al climax. ¿Son eso cuernos?, ¿genera eso celos? o simplemente ¿el fin justifica los medios?
Tampoco te pases no vaya a ser que te pillen con la vecina en la cama y tú digas: "Me dijiste que tu fantasía era verme con otra en la cama, cariño". La gracia está en confesarlas, compartirlas, hacer de ellas un juego que nunca salga de tu mente y no un motivo de celos.
 
Particularmente, me encantaría que mi pareja fuera el centro de miradas y, si son lascivas, mejor. La belleza está para ser vista, para ser compartida, pero obviamente marcando también  el límite y dejando claro que tú pones la pica en Flandes. ¿Quién alguna vez no ha sentido que alguien desnudaba a su pareja con la mirada y, acto seguido, le ha plantado un beso y un sobe en la nalga de los que hacen afición? No creo que eso sean celos.
 
Pero, claro, no todo es bonito en el apasionante mundo de los celos. Como bien dices, Medusa, somos un producto de mercado. El que trabaja tiene un perfil en Linkedin porque nunca está cerrado a nuevas propuestas profesionales y en el mundo sentimental parece que esta sociedad nos invita a lo mismo. Supongo que esta es la espada de Damocles con la que todos tenemos que vivir y nuestro objetivo en la vida no ha de ser otro que hacer ver a tu par que no hay mejor empresa para trabajar que la empresa de tu vida. Eso implica confianza, ascensos, promociones, cursos de formación y compatibilidad de la vida marital con la vida personal.
 
Nadie dijo que fuera fácil, pero no puedes vivir con miedo constante y pensando que no eres la mejor opción. Porque yo lo valgo y los demás lo valen menos.

Leedme o me pondré celoso si descubro que andáis por ahí buscando lecturas en otros blogs.

Vikingo

lunes, 10 de agosto de 2015

CUERNOS

"Legend" o como llevar unos cuernos con elegancia

Cuernos, tan difíciles de combinar con los complementos y lo inevitables que resultan temporada tras temporada. Cuernos afilados o romos, igual da, diabólicos o de unicornio: duelen lo mismo.
 ¿Y por qué una de cuernos?, porque a estas alturas del cuento, en la linde de los 40, cuando con suerte estás a punto de llegar al Ecuador del chiste, existen estas cuatro opciones y ninguna más:
 
En alguna ocasión…
 
-        Te han puesto los cuernos.
-        Has puesto los cuernos.
-        Ambas
-        Ni lo uno ni lo otro (sin comentarios).

Aaaaaaaay  esos dolorosos apéndices que, como los dientes, duelen más cuando salen por primera vez, qué valiosos pueden considerarse a la hora de aprender a relativizar (y no olvidemos que a esta edad empezamos a encontrarle el punto a esto de lo relativo).
Las infidelidades son como los espinazos salados, imposibles de comer de entrada pero que pueden enriquecer muy mucho un caldo si se les deja el tiempo suficiente a fuego y agua.

Cuernos, lo que cuesta llevarlos y lo poco que cuesta hablar de los ajenos. Cuernos enormes o chiquines, pero duros como piedras. A veces no sales en el encuadre de la foto, te los rascas y no te los ves: cosas que pasan, porque los cuernos propios tienen a veces la particularidad de ser invisibles a nuestra mirada y de color flúor para los otros. Otras veces no eres consciente de que tu pareja los luce con alegría y qué eres tú quien les saca lustre cada día.
Hay cuernos legandarios: los que Ginebra le puso al mismísimo Arturo Pendragón. Si se los ponen al que sacó la espada de la piedra, ¿cómo no le va a pasar al pueblo llano?
Está los cuernos mediáticos: no se conoce pareja mediática que no atesore al menos un par, presunto-presunta-presuntísimo.

Ni que decir de los cuernos reales: hay cuernos que cuestan la abdicación de un reino.
Y por supuesto, están los cuernos normales: esos, los tuyos-míos-vuestros-nuestros, lo de la vecina, nuestra cuñada, esa amiga, el de enfrenta, el que no lo parece, el que lo cuenta, el que lo calla y el que lo desea.
Y llegados a este punto ¿Son evitables los cuernos? No sé qué decir, no soy tan experta. Creo sencillamente que estamos  en la  sociedad  de la oferta y la demanda sentimental y también opino que en alguna medida son inevitables en una larga vida pero evitables en una buena relación. Para todo los demás, está el “poliamor” (de esto si queréis hablamos otro día, que es muy interesante).

Tres reflexiones se me ocurren:
Que no es lo mismo que te los pongan que ponerlos.
Que no es lo mismo que te los pongan si tú antes los has puesto.
Que no es lo mismo ponerlos después de que te los pongan.

Matices, como lo de ser infiel de pensamiento o “la puntita nada más”. Matices, ya digo. Cada uno utiliza su estrategia de defensa ante el fenómeno y por eso tenemos un amplio abanico de posibilidades:

Negar la mayor tanto si los ponen como si te los ponen. “Esto no es lo que parece” - “A mí nunca, seguro que no es lo que parece”
El optimista “no me importa que se acueste con otro mientras me quiera a mí” -  “desde que te he sido infiel te valoro más y ahora nuestra relación es mejor”.
El drástico “no te voy a perdonar nunca jamás”- “no quiero que me perdones porque no tengo perdón”.
El didáctico “esto me ha enseñado a…”.
Y así hasta mañana.

Y digo yo que como reflexión ya vale, que me alargo, me alargo, me alargo y yo  ODIO LAS ENTRADAS LARGAS  porque solo quiero que tengáis de qué hablar en las redes sociales más allá del running y las fotos encogiendo barriga en la playa con un mojito en la mano (ya nadie bebe trinaranjus). Ale, hagan sus apuestas.

Y LO MÁS IMPORTANTE: QUE NO SE OS OLVIDE RESPIRAR.

 

 

 

 

 

miércoles, 5 de agosto de 2015

Tirando de recovery

 
 
Pues, señorita Medusa, mi padre decía que a los 15 uno ya debe poner en práctica la táctica de tocar pelo y a mi hermana, a la misma edad, le decía que se enamorara.
El caso es que de amor se puede morir uno a cualquier edad. Si no, que se lo digan a Di Stefano.
El problema de llegar a los 40 y enamorarse es que uno se comporta peor que un adolescente hormonalmente revolucionado y se cree un chaval. A ello ha contribuido de manera significativa el uso del smartphone y su carrete infinito de fotos. Te haces la foto de perfil de tus redes sociales tantas veces como haga falta hasta que desaparece la arruga o la curva de la felicidad. Si no, tiras de App de retoque y te pones como un pincel. Eso sí, chicas y chicos de 40, el que sale feo en el perfil del caralibro es feo de cojones...
El caso es que cuelgas tu foto y esperas a que lleguen los "Me gusta" en un intento de autobombo. Algunos dan click sin haber mirado la foto, otros por cumplir, los que menos porque les gustas de verdad y unos pocos porque sólo hay una opción. Para este último caso quizá habría que decirle al Marc este de apellido impronunciable que habilite las opciones "Me gusta mucho" y "No me gusta".
Y cuando crees que eres un tipo popular y con tirón a pesar de tu edad con tus 20 "Me gusta" al cambiar la foto de perfil, llega tu chica y te gana por goleada con sus 100 "Me gusta".
Para más inri, ojeas una de esas revistas del cuore y ves a los chiquines de Hollywood que se ríen de tus 41 años a sus casi 50 y te dan mil vueltas. Tú, que crees que Johnny Depp, Daniel Craig y demás andan por los treinta y tantos.
Eso sí, tu vigorosidad sexual sigue intacta... siempre que tires de recovery. A los 20 eres capaz de hacer saltar los muelles del amortiguador de tu coche. A los 40 quizá, pero con más calma y cogiendo aire. Para los no doctos en la materia, el recovery es un compuesto recuperador que se disuelve en agua y que se usa para esfuerzos físicos prolongados. Sí, lo confieso, lo he tomado después de un entrenamiento de sábado y de sospechar que la noche podía ser larga.
Como bien dices, Medusa, nos volvemos más tolerantes, imaginativos, permisivos e inquietos en la cama, perdemos la vergüenza y sabemos lo que queremos y lo que no, pero nos resistimos a admitir aquello de que a veces menos es más.
¿Crisis? Yo prefiero hablar de mitad del cuento. Las mitades de todo suelen servir para haber balance de lo bueno y de lo malo y para echar la vista atrás y, en este caso, para darse cuenta de que nos hemos leído estos 40 primeros capítulos como el rosco de Pasapalabra. Te propones no dar un paso atrás ni para tomar impulso y exprimir cada nuevo capítulo que nos brinda la novela de la vida que escribimos línea a línea sin tener a veces muy claro el guión, pero teniendo siempre presente el final.

Por aquí andará de vez en cuando con una Medusa este Vikingo cuarentón que cuando se cabrea saca el hacha y se pone a hacer el helicóptero; así que cuidaico conmigo.

lunes, 3 de agosto de 2015

AMANTES PRÁCTICOS

Mi padre decía que a los 15 te enamoras y que a partir de los 20 todo es apaño. Mi padre, como es lógico, se equivocaba y puedes morirte de amor a los 40. Bueno, puedes sufrir por amor a los 40. Bueno....
No sé cuánto se equivocaba mi padre y cuánta razón tendrán los que abogan por el amor en los tiempos de la crisis inventada, o no tanto; lo que sí puedo afirmar es que quererse a los 40 es inminentemente mucho más práctico de lo que supone enamorarse con 20,  porque has aprendido a relativizar algunos aspectos no relevantes que nos podían llegar a subyugar en edades más tempraneras.
A los 40, el que más y el que menos, trae algunas cornadas de serie en forma de cicatriz mejor o peor rematada y eso curte. Entras en una edad en la que puedes considerarte un soltero o soltera "empedernido", pero lo habitual es ser un ex de alguien .
Cuando se tiene la experiencia adquirida de enfrentarse al fracaso sentimental, te enamoras con el freno de mano echado, por mucho que digas que vas a escape libre, porque aunque hay kamikazes en todas partes y con toda suerte de edades que juran ir con el alma descarnada, lo general suele ser un postureo romántico, muy sano por otro lado, que como sucedáneo de la subyugación no está mal, porque mata menos y luce lo mismo.

Se tiene más experiencia y se tiende a ser algo más tolerante para aquello que merece la pena tolerar pero también mucho más drástico con los asuntos que nos desangran y si no hemos llegado a ese punto, mala cosa.

A mi me gusta pensar que a nuestra edad hemos superado al amante de lo utópico y lo hemos sustituido por el amante práctico, aquel que sabe con algo más de exactitud qué quiere y qué no desea aunque aún no tenga muy claro cual es el camino para conseguirlo.

Uno de los objetivos alcanzados que nos hace convertirnos en amantes prácticos es, en mi humilde opinión, el haber perdido el miedo a estar solo, porque tener una pareja no implica sentirse acompañado, así como carecer de ella no es  condicionante de melancolía ni soledad . Además, la soledad es necesaria porque  aprender a  aguantarnos a nosotros mismos es un paso indispensable para aprender a tolerar a otros y también para resultar ser más tolerable en una posible convivencia.

No me gustan las entradas largas, me aburren. Por eso voy a dejar aquí esta reflexión que da para un tomo ilustrado de esos suficientes como para quitarle el vicio de armario a las alfombras de IKEA.  Tengo intención de quedarme a vivir en esta página con un Vikingo refunfuñón, compadre de aventuras literarias, así que os invito a venir de vez en cuando y de paso os preguntaré si os queréis quedar a cenar.

Y mientras tanto... llevadme la contraria o dadme toda la razón, pero indispensable:
QUE NO SE OS OLVIDE RESPIRAR